dimecres, 22 de juliol del 2020
dimarts, 14 de juliol del 2020
UN NUEVO ENFOQUE NO SOLAMENTE ES POSIBLE...
Ramón hace años que perdió la salud física. Le diagnosticaron esa terrible enfermedad que asusta tan solo el hecho de oír su nombre. ¡Cáncer!
Tanto él como su familia eran personas firmes en sus convicciones, y con fe en un poder superior que les hacía expresarse en éstos términos. -Dios no envía nada que no podamos sobrellevar y superar en su nombre-.
A pesar de su fe, a pesar de sus profundas creencias, con el paso del tiempo esta enfermedad comenzó a hundir sus garras no tan solo en el físico de Ramón, sino también en la moral tanto de él como de sus familiares.
Al dolor físico cada vez más agudo y con más complicaciones por los pocos resultados del tratamiento, comenzó a sumarse el dolor y progresivo deterioro emocional de toda la familia.
Las convicciones y creencias de antaño, comenzaron a dejar paso a las dudas, y a la vez el miedo, la desconfianza, la ansiedad, la impotencia y otras tantas emociones difíciles de identificar, fueron tomando forma y cuerpo en sus mentes.
En la familia todos sufrían por lo que veían y callaban tanto como por lo que temían. A pesar de sus rezos, súplicas y peticiones diversas, el estado de ánimo de todos fue decayendo, con lo que el dolor era tan profundo y desesperante en el propio enfermo como en los acompañantes.
En éste proceso que duró varios años, todos pasaron por las pruebas más dolorosas y terribles que nunca se hubiesen imaginado.
Los cuidadores porque jamás estaban satisfechos de lo que podían aportar a Ramón, y éste porque con el paso de los años de esperanzas frustradas, sufrimiento, miedo y al final únicamente le quedaba la desesperanza.
Ante sí solo veía como salida una muerte rápida que lo liberase del calvario en el que estaba.
El problema surgía ante el pánico que sentía hacia la muerte, porque vivía en una guerra constante por la resistencia al no aceptar su situación. Más que el dolor propio de la enfermedad en sí, su problema era el rechazo y la rabia ante lo que él consideraba una injusticia inmerecida.
No solamente su carácter se volvió insoportable e irascible ante el más mínimo contratiempo, que en otro momento no hubiese tenido ninguna importancia; sino que este estado de ánimo fue contagiando a todos en un bucle que se retroalimentaba sin parar.
Su esposa que no había contemplado nunca otras disciplinas terapéuticas más que las ortodoxas, accedió a probar algo diferente con la esperanza de aliviar el sufrimiento de su marido. Conocía de nombre el Reiki y aunque le habían recomendado en diferentes ocasiones probar con unas sesiones, tanto para sí misma como para Ramón, lo había venido descartando, pero después de un consenso, ambos estuvieron de acuerdo en probarlo.
Durante unos meses aparte del tratamiento médico oncológico prescrito por sus médicos, Ramón estuvo recibiendo Reiki con la frecuencia marcada por la terapeuta aconsejada.
Además de ello, se les aconsejó que durante un rato cada día, ambos cónyuges y familiares cercanos debían dedicar un tiempo a la revisión y visión del álbum familiar que recogía todos los momentos comunes más felices vividos en su trayectoria.
La consigna era que deberían cambiar el foco de atención mantenido hasta entonces en la problemática de la enfermedad.
El cambio sería enfocarse tanto en los momentos de felicidad y éxito individuales como comunes.
El tiempo lo deberían marcar ellos mismos, pero tendría que ser una actividad diaria.
Actuando de esta forma comenzaron a compaginar la dinámica de preocupación constante hasta el momento, con el gozo y la satisfacción de todo lo que habían construido y gracias a ellos seguían construyendo a través de su propia familia. Al poco tiempo de seguir estas consignas, todos comenzaron a hablar más de lo vivido felizmente y de la suerte que habían tenido de ser la familia que eran.
Las palabras de M. esposa de Ramón tras la muerte de éste unos meses después, fueron de paz y de aprendizaje como le gusta recordar.
-“Al final pude ver a mi marido aceptar la situación y agradecer que aunque “se iba a la fuerza”, la enfermedad le había enseñado que a pesar de los años perdidos renegando y peleándose consigo mismo y con el mundo, finalmente había comprendido que lo importante era el legado que dejaba tras de sí en su familia querida.
Durante los últimos días lloramos y reímos mientras los dos aprendíamos del gran error en que la desesperación nos había sumergido.
Creo que casi todos recuperamos la fe perdida, y el agradecimiento por todo lo conseguido, desplazó todos los momentos oscuros que nos habían privado de la paz que en los últimos meses alcanzamos, al centramos en nuestros éxitos y satisfacciones que habían sido muchas”-.
El cambio anímico fué posible porque por una parte abordaron una terapia de relajación y recuperación energética a través de las sesiones de Reiki; pero especialmente porque fueron capaces de cambiar el foco de su atención constante en el drama real e imaginario, por la revisión y enfoque total en TODO LO BUENO QUE LA VIDA LES HABÍA DADO. Este hecho hizo posible que Ramón aceptase su realidad, porque se dió cuenta de que más allá del dolor presente y temporal, la vida le había dado mucho más de lo que le había quitado, y con éste pensamiento obtuvo la paz con la que dejó este mundo.
Tanto él como su familia eran personas firmes en sus convicciones, y con fe en un poder superior que les hacía expresarse en éstos términos. -Dios no envía nada que no podamos sobrellevar y superar en su nombre-.
A pesar de su fe, a pesar de sus profundas creencias, con el paso del tiempo esta enfermedad comenzó a hundir sus garras no tan solo en el físico de Ramón, sino también en la moral tanto de él como de sus familiares.
Al dolor físico cada vez más agudo y con más complicaciones por los pocos resultados del tratamiento, comenzó a sumarse el dolor y progresivo deterioro emocional de toda la familia.
Las convicciones y creencias de antaño, comenzaron a dejar paso a las dudas, y a la vez el miedo, la desconfianza, la ansiedad, la impotencia y otras tantas emociones difíciles de identificar, fueron tomando forma y cuerpo en sus mentes.
En la familia todos sufrían por lo que veían y callaban tanto como por lo que temían. A pesar de sus rezos, súplicas y peticiones diversas, el estado de ánimo de todos fue decayendo, con lo que el dolor era tan profundo y desesperante en el propio enfermo como en los acompañantes.
En éste proceso que duró varios años, todos pasaron por las pruebas más dolorosas y terribles que nunca se hubiesen imaginado.
Los cuidadores porque jamás estaban satisfechos de lo que podían aportar a Ramón, y éste porque con el paso de los años de esperanzas frustradas, sufrimiento, miedo y al final únicamente le quedaba la desesperanza.
Ante sí solo veía como salida una muerte rápida que lo liberase del calvario en el que estaba.
El problema surgía ante el pánico que sentía hacia la muerte, porque vivía en una guerra constante por la resistencia al no aceptar su situación. Más que el dolor propio de la enfermedad en sí, su problema era el rechazo y la rabia ante lo que él consideraba una injusticia inmerecida.
No solamente su carácter se volvió insoportable e irascible ante el más mínimo contratiempo, que en otro momento no hubiese tenido ninguna importancia; sino que este estado de ánimo fue contagiando a todos en un bucle que se retroalimentaba sin parar.
Su esposa que no había contemplado nunca otras disciplinas terapéuticas más que las ortodoxas, accedió a probar algo diferente con la esperanza de aliviar el sufrimiento de su marido. Conocía de nombre el Reiki y aunque le habían recomendado en diferentes ocasiones probar con unas sesiones, tanto para sí misma como para Ramón, lo había venido descartando, pero después de un consenso, ambos estuvieron de acuerdo en probarlo.
Durante unos meses aparte del tratamiento médico oncológico prescrito por sus médicos, Ramón estuvo recibiendo Reiki con la frecuencia marcada por la terapeuta aconsejada.
Además de ello, se les aconsejó que durante un rato cada día, ambos cónyuges y familiares cercanos debían dedicar un tiempo a la revisión y visión del álbum familiar que recogía todos los momentos comunes más felices vividos en su trayectoria.
La consigna era que deberían cambiar el foco de atención mantenido hasta entonces en la problemática de la enfermedad.
El cambio sería enfocarse tanto en los momentos de felicidad y éxito individuales como comunes.
El tiempo lo deberían marcar ellos mismos, pero tendría que ser una actividad diaria.
Actuando de esta forma comenzaron a compaginar la dinámica de preocupación constante hasta el momento, con el gozo y la satisfacción de todo lo que habían construido y gracias a ellos seguían construyendo a través de su propia familia. Al poco tiempo de seguir estas consignas, todos comenzaron a hablar más de lo vivido felizmente y de la suerte que habían tenido de ser la familia que eran.
Las palabras de M. esposa de Ramón tras la muerte de éste unos meses después, fueron de paz y de aprendizaje como le gusta recordar.
-“Al final pude ver a mi marido aceptar la situación y agradecer que aunque “se iba a la fuerza”, la enfermedad le había enseñado que a pesar de los años perdidos renegando y peleándose consigo mismo y con el mundo, finalmente había comprendido que lo importante era el legado que dejaba tras de sí en su familia querida.
Durante los últimos días lloramos y reímos mientras los dos aprendíamos del gran error en que la desesperación nos había sumergido.
Creo que casi todos recuperamos la fe perdida, y el agradecimiento por todo lo conseguido, desplazó todos los momentos oscuros que nos habían privado de la paz que en los últimos meses alcanzamos, al centramos en nuestros éxitos y satisfacciones que habían sido muchas”-.
El cambio anímico fué posible porque por una parte abordaron una terapia de relajación y recuperación energética a través de las sesiones de Reiki; pero especialmente porque fueron capaces de cambiar el foco de su atención constante en el drama real e imaginario, por la revisión y enfoque total en TODO LO BUENO QUE LA VIDA LES HABÍA DADO. Este hecho hizo posible que Ramón aceptase su realidad, porque se dió cuenta de que más allá del dolor presente y temporal, la vida le había dado mucho más de lo que le había quitado, y con éste pensamiento obtuvo la paz con la que dejó este mundo.
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